Antonio Ferrera: madurez, poso y sabor

Antonio Ferrera | Twitter

Sucedió en Muro (Islas Baleares), donde el escándalo de botellas de agua y latas en el ruedo (durante el tercio de varas), par de años atrás. Lesión dificultosa, complicaciones a posteriori y la consecuente inactividad. Cumpliendo veinte años de alternativa, Antonio Ferrera, recuperado, sintió fuego interior, mariposas en el estómago y la necesidad de volver a pisar al albero.

Ibicenco de nacimiento, pacense de adopción, peregrinó, como su ganadería ("La Peregrina", lidiada en novilladas de promoción estivales, esta temporada, en La Maestranza), a través de tentaderos, dehesas y la soledad de su finca. "La evolución de la sociedad la veo como un gran riesgo, porque creo se pierde un poco la verdad: el mirar a los ojos a las personas. La comunicación entre los seres humanos es muy virtual. Me gusta comunicarme con la vista, las palabras, no con mensajes, interactuando virtualmente. Soy un hombre que necesito tener la naturaleza viva y sana", afirmó a Tendido Cero unos meses atrás.

Como reza el título, el suceder de los años y, mucho más, con stop obligado, dotan, por norma general, de oficio, esto es, conocimiento de las reses, por una simple razón: el número de cuatreños y cincqueños matados. Madurez, poso y sabor no siempre son conseguidos, pues puedo nombrar algunos con tauromaquia más vulgar (y ya se antoja complicado) que en sus comienzos.



Con octubre cercano y El Pilar como colofón, la temporada española se halla en el tramo final. Revisteros y grandes portales, una vez más, sucumbiendo a intereses empresariales y/o publicitarios, intentarán colarnos como revelación al cachorro de turno de las grandes casas de apoderamiento, sin reparar en un criterio realmente taurómaco. La visión personal es tan instranferible como única, pero no podemos obviar el silencioso golpe en la mesa por parte del extremeño. José Antonio Ferrera San Marcos, 39 años, revelación de 2017. ¿Por qué esa obsesión de rejuvenecimiento (también necesaria, por supuesto) debe empañar el buen hacer de alguien cercano a la cuarentena? Desgraciada y previsiblemente, su buen momento no se ha visto reflejado en el número de festejos.

Ya no es aquel torero banderillero, lidiador de corridas duras. Ha seguido apuntándose a Victorino, por ejemplo, en Sevilla, a la par que entrando en Cuvillo y ganaderías más dulces, merecidamente y sin cabida a ningún reproche. Su tauromaquia ha evolucionado hacia la longitud, con capa templada, variada y gustosa; rehiletes en línea; y muleta, al igual que capote, digna de visionado, como muestro en el documento audiovisual, arriba, con una breve antología de la presente temporada.

Qué temple y manera tan personal de cargar la suerte con aquel "Sombrerero", de El Pilar, este seis de mayo. O el quite en varas al mismo ejemplar: ¿no destila aroma a tauromaquia antigua, evocando a Gallito y Belmonte, cuando la lidia pivotaba alrededor del jaco sin peto? Veintinueve de abril, "Platino", de Victorino Martín. Veinticinco años del trágico fallecimiento de Manuel Montoliú en Sevilla y, con torería, invitación a su hijo, José Manuel Montoliú, subalterno de su cuadrilla, evocando maneras de su progenitor. Ferrera tampoco quedó atrás, con ese par al quiebro por dentro. Y brindis al cielo, como colofón. El inicio de faena en Pamplona, infravalorado por el público (la pasividad ante el cuarto toro), con un lance inédito, para mí, hasta ahora. Vean, vean.

Disfrutado hasta aquí, las dudas asaltan: ¿hasta cuándo durará la inspiración? ¿será buen estado de temporada o ha regresado así para quedarse? Lo desconozco, pero, desde mi indecente tribuna, si alguien me lee, sólo puedo solicitar dos cosas: una, la correcta apreciación de este matador de toros; dos, cabida en carteles más rematados, por mérito propio. Con todos mis respetos, la etapa con El Fandi o Juan José Padilla debe quedar atrás y si, para ello, debe abandonar los palos, adelante. Queremos más.

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