Tauromaquia, cultura y política
Vicente Barrera, toreando un festival a favor de las milicias antifascistas, en 1936 | Finezas |
A modo de preludio, huelga decir la cabida de esta entrada en mi pensamiento hace algún tiempo, no su desarrollo. Éste se ha visto precipitado por varios factores: el principal, la prohibición de la fiesta en Islas Baleares, unido a la pasividad de gran parte del estamento taurino (excepto unos cuantos buenos aficionados) y, sobre todo, un tweet repugnante del señor Iglesias Turrión, tan ignorante en la historia de la tauromaquia y su relación con la izquierda que debería producirle sonrojo.
Cualquier ámbito de la cultura se superpone a toda ideología política. El mundo del toro no se circunscribe sólo a la aristocracia o el pensamiento liberal, conservador, tradicionalista o de derechas, como quienes quieren hacer ver, desgraciadamente, las formaciones políticas de ambos bandos, pues el Partido Popular (PP) ha demostrado su posición como estrategia electoral, de rédito político (y eso que votó a favor, en su día, de la desaparición de los festejos en Televisión Española), igualando moralmente al antitaurinismo militante de Podemos o PSOE. Este último cuenta con un porcentaje considerable de militancia proclive a la filiación taurina, por cierto.
¿Es el cine un espectáculo progre, a pesar de la parsimonia discursiva del humorista penoso de turno, en los Premios Goya, cargando (a veces, con razón, véase IVA cultural) contra el Ministro de Cultura correspondiente? ¡No! Hay hueco para la hipocresía de los Bardem y la caterva de actrices animalistas, acondicionadas con champú previamente testado en un laboratorio con seres vivos, y para Agustín Díaz Yanes, a favor de los festejos taurómacos.
Las primeras oposiciones a las corridas de toros llegaron en 1567, con Felipe II gobernando y España como potencia mundial absoluta. Una bula papal (con la Iglesia hemos topado), "Salute Gregis", rubricada por Pío V, ordenó su inhabilitación. El monarca, preocupado por la actitud del pópulo, ignorante intencionadamente ante la normativa, entabló correspondencia con Gregorio XIII, siguiente mandamás de El Vaticano, para la derogación de la Gregis: la mayoría de juicios inquisitoriales fueron provocados por correr los toros.
Aún, en tiempos de lidia a caballo, aristocrática, con vestigios de aquellos lanceos de entrenamiento en plena Reconquista contra el moro. Conforme avanza el XVIII, los chulos de a pie, hasta ahora auxiliares, ante el desinterés señorial, optaron por la ostentación de la vitola del protagonismo. Vaya, cualquiera afirmaría una proletarización de las capas populares, finalmente consolidada algunos años después. En los 1700, con la Guerra de Sucesión de por medio, el cambio dinástico trajo al Borbón, tan afrancesado, ilustrado de salón y contrario a aquel costumbrismo ajeno a su procedencia. Felipe V, en 1723, retomó la misión papal dos siglos atrás. Con poco éxito, pues su sucesor, Fernando VI, ante el caso omiso, levantó la ley seca a medias, escudando la celebración exclusivamente en motivaciones hospitalarias o caritativas como, por ejemplo, la financiación de hospicios.
Las primeras oposiciones a las corridas de toros llegaron en 1567, con Felipe II gobernando y España como potencia mundial absoluta. Una bula papal (con la Iglesia hemos topado), "Salute Gregis", rubricada por Pío V, ordenó su inhabilitación. El monarca, preocupado por la actitud del pópulo, ignorante intencionadamente ante la normativa, entabló correspondencia con Gregorio XIII, siguiente mandamás de El Vaticano, para la derogación de la Gregis: la mayoría de juicios inquisitoriales fueron provocados por correr los toros.
Aún, en tiempos de lidia a caballo, aristocrática, con vestigios de aquellos lanceos de entrenamiento en plena Reconquista contra el moro. Conforme avanza el XVIII, los chulos de a pie, hasta ahora auxiliares, ante el desinterés señorial, optaron por la ostentación de la vitola del protagonismo. Vaya, cualquiera afirmaría una proletarización de las capas populares, finalmente consolidada algunos años después. En los 1700, con la Guerra de Sucesión de por medio, el cambio dinástico trajo al Borbón, tan afrancesado, ilustrado de salón y contrario a aquel costumbrismo ajeno a su procedencia. Felipe V, en 1723, retomó la misión papal dos siglos atrás. Con poco éxito, pues su sucesor, Fernando VI, ante el caso omiso, levantó la ley seca a medias, escudando la celebración exclusivamente en motivaciones hospitalarias o caritativas como, por ejemplo, la financiación de hospicios.
Retrato de Pedro Romero | Francisco de Goya |
El empeño del árbol genealógico no cesó. Carlos III, a través del Conde de Aranda, y Carlos IV (este último, en 1805), continuaron la política fraticida y, durante esta época, aparecieron tres nombres propios en nuestra semblanza: Pedro Romero, Joaquín Rodríguez 'Costillares' y José Delgado 'Pepe-Hillo'. Imaginen la eficacia de la legislación.
Resulta curioso observar cómo José Bonaparte, hermanísimo de Napoleón, principal artífice de la invasión francesa en nuestro país (1808-1813), preside incluso corridas de toros, a modo de baza popular en pos de su aceptación. La conjunción entre ideas revolucionarias y redecillas sevillano-rondeñas no chirriaron. No mucho más tarde, Francisco de Goya y Lucientes, reconocido partidario de las ideas ilustradas y finalmente exiliado en Burdeos (Francia), retrató a Romero y Costillares, con su atuendo característico, además de litografiar, entre otras temáticas, La Tauromaquia (1816).
En 1869, promulgada una nueva Constitución (en palabras de María Victoria López Córdon: "no sólo era la más liberal en la historia de España hasta ese momento, sino a nivel europeo, con claras influencias del texto norteamericano"), se celebró un festejo conmemorativo. El malogrado Raúl Gracia 'El Tato' perdió la pierna en aquella simbólica tarde.
Belmonte, junto a miembros de la Generación del 98, como Valle Inclán o Sebastián Miranda |
Hasta este punto de la historia, más bien ha podido apreciarse la diversidad política yacente en el acervo, escaseando lo cultural, exceptuando Goya. A partir de Juan Belmonte, de la tauromaquia floreció su interrelación con otros ámbitos considerados reputados en la sociedad. La Generación del 98, bautizada de tal manera por su afán regeneracionista ante el desastre de finales de siglo, con la pérdida de Cuba y Filipinas ante Estados Unidos, no dudó en achacar el taurinismo como uno de los males en el retraso de la patria. El surgimiento del Pasmo y su revolución, no sólo técnica, sino en la figura del matador, amén de su interés por la literatura y otras artes, llamó la atención de personajes ilustres como el dramaturgo Ramón María del Valle Inclán, los pintores Ignacio Zuloaga, vasco; Julio Romero de Torres, cordobés, quienes inmortalizaron en lienzo a Juan; o Sebastián Miranda, quien lo esculpió. La fotografía vista más arriba corresponde a una reunión homenaje en 1913, año que el trianero tomó su alternativa a manos de Machaquito.
Belmonte, posando junto al retrato de Romero de Torres | ABC |
Otro retrato de Juan | Ignacio Zuloaga |
Zuloaga, vistiendo al Pasmo en su reaparición. Nimes, 1934 | Agencia EFE |
El gran rival del hijo del quincallero fue José Gómez Ortega 'Joselito El Gallo', completamente opuesto técnicamente a su oponente, pero sumamente complementario. El de Gelves, de etnia gitana (condición en su contra por los prejuicios de la época), sin declararse abiertamente socialista o inclinarse al izquierdismo, pretendió una popularización incipiente mediante la construcción de Monumentales, esto es, cosos con mayor aforo en las grandes capitales de provincia con el objetivo de abaratar el papel y, de esta manera, un acceso más posible para la masa obrera. Imposible olvidar la efímera Monumental de Sevilla.
Prosiguiendo en el hilo del tiempo, encontramos la Generación del 27. ¿Por qué se nombró así? Sencillo: gracias a una reunión organizada, en el Ateneo de Sevilla (año 1927), a causa del tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora, por un tal Ignacio Sánchez Mejías, matador de toros, cuñado de Joselito, periodista, escritor, literato, Presidente del Real Betis Balompié y amante de la cultura en todo su conjunto. De sobra conocidos son grandes poetas: Federico García Lorca, quien escribió, literalmente: "el toreo es la riqueza poética y vital mayor de España, increíblemente desaprovechada por escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar". Entre su producción poética, encontramos "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías", dedicada de manera póstuma tras su muerte, en 1934. Para más inri, fue fusilado dos años más tarde, en su Granada, por "socialista, homosexual y espía ruso" junto a dos ¡banderilleros! anarquistas, militantes en la CNT. Previo a la muerte de Ignacio, otro poeta, gaditano, Rafael Alberti, realizó el paseíllo junto al matador en Pontevedra, compuso un poema a Joselito y, en la Transición, ostentó un escaño en la bancada del PCE. Miguel Hernández, el hijo del cabrero, combatió en la Batalla de Teruel del lado republicano y mantuvo una gran amistad con José María de Cossío, escribiendo, de su puño y letra, parte primordial del famoso tratado. En 2017, con el intento coercitivo del antitaurinismo sectario, intentaron prohibir un homenaje a su figura en el cartel de las Feria de las Hogueras alicantina.
Homenaje a Miguel Hernández | hogueras.com |
Domingo Ortega, a hombros por milicianos republicanos | Finezas |
Guernica | Pablo Ruiz Picasso |
Alberti, junto a Bergamín en Las Ventas | Archivo DYFO |
La del 27 suele relacionarse con la Guerra Civil (1936-1939) y, esta, a su vez, ha servido como punto de revanchismo y beatificación de una facción. Nada más lejos de la realidad. La ignorancia histórica desconoce el enrolamiento de profundos republicanos en las milicias falangistas o viceversa, por necesidad de supervivencia vital o protección familiar, más allá del paladinismo ideológico. Tampoco las Brigadas Internacionales repartieron rosas en la trinchera o los nacionales canturreaban el cara al sol, únicamente. Una guerra significa sangre y muerte, por ambas partes, sin beatificaciones sesgadas para aumentar votos. La misma reprobación moral merece Guernica (momento reflejado, a su manera, por el marxista Pablo Ruiz Picasso, amante de la fiesta) que Paracuellos del Jarama.
Fascistas y antifascistas, sí, ambos, celebraron festivales altruistas para la financiación de tropas. A pesar de la posterior apropiación ideológica del franquismo, Vicente Barrera, Domingo Ortega, Rafael El Gallo o El Niño de la Palma mataron para la causa azaño-prietista y otras figuras posteriores, como Manolete o Pepe Luis Vázquez, en el bando opuesto. La primera foto de la entrada corresponde a Vicente Barrera y existe otra, también presente, del borojeño Ortega a hombros. También, personajes destacables como "Litri II", "Fortuna" o "Parrita", defendieron sus ideas en la "Brigada de los Toreros", encuadrada en la 96 Mixta, Ejército Republicano.
Homenaje a Manolete. Año 1944. Restaurante Lhardy. |
Orson Welles, en barrera de La Maestranza | El Mundo |
Charles Chaplin, en la Plaza de Toros de San Sebastián | ABC |
Hemingway, junto a su admirado Antonio Ordóñez | Periodista Digital |
Che Guevara. Plaza Vistalegre. 1959 | Libertad Digital |
Terminó aquella criminal contienda. Un país devastado, analfabeto en su mayor parte, cartilla de racionamiento para comer y dos salidas viables para enriquecerse: torero o futbolista. La derrota del eje en 1945, finalizando la II Guerra Mundial, provocó el paulatino acercamiento a Estados Unidos tras el fracaso del fascismo y la autarquía. Falangistas y carlistas desocuparon puestos de responsabilidad y los tecnócratas reemplazaron. Esta evolución geopolítica viose reflejada también en lo concerniente a muleta y estoque: de aquel homenaje a Manolete, en 1944, rodeado de grandes intelectuales sustentadores del nuevo régimen, como Pemán, Fernández-Cuesta o Agustín de Foxá, al curioseo de los yanquis con ese espectáculo tan ajeno para su cultura de final feliz y tragedia tibia. Orson Welles, Ava Gardner, James Dean o Ernest Hemingway, todo un Nobel de Literatura, visitaron con asiduidad más de una plaza. El último destacó por su especial idilio con Ordóñez y Pamplona, popularizando San Fermín a nivel internacional. De toros no sabía en exceso, manque sus publicaciones en torno a la temática estén, para mi gusto, erróneamente entronizadas. Luis Miguel Dominguín y su hermano Pepe, el más comunista de los tres, descendió de una familia tradicionalmente marxista y jamás ocultó su filiación, incluso financiando al PCE en la clandestinidad y, en 1959, con la venia del régimen, invitó a Guevara a la Plaza de Vistalegre.
José Luis Parada, en Huelva, nunca ocultó su comunismo | Arjona |
Muerto Franco, sobrevino la incertidumbre: Transición. La legalización de Comisiones Obreras (CCOO) o el Partido Comunista de España (PCE) destaparon, sin complejos, como ocurriera en plena Guerra Civil, querencias personales e intransferibles ocultadas, años atrás, por motivación política. Así, matadores como Gregorio Sánchez (fallecido este mismo año y maestros de El Juli) o mi venerado Antonio Chenel 'Antoñete', no repararon su colaboración en pos de la financiación de la sección taurina (sí, taurina) de Comisiones Obreras, en sus filas con numerosos banderilleros y matadores sin grandes triunfos, lugar propicio para discusiones sobre la socialización en la gestión de los cosos, los trusts empresariales, los impagos, las actitudes caciquiles de los mandamases...
El PCE, a finales de los 70, incluyó sin complejos un festival taurino en las actividades del Día del Partido. Es más, la fotografía inferior a este párrafo muestra a unos cuantos militantes sacando a hombros, por el ruedo de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, auspiciada por Enrique Martín Arranz, a Santiago Carrillo. En la instantánea superior, José Luis Parada, siempre comprometido con la causa y estandarte de la ideología en los paseíllos: muchos relatan su paseíllo con el puño levantado.
De los últimos años a esta parte, la relación de la fiesta con el exterior ha decaído, en parte, debido al animalismo ignorante incipiente. Una cosa no exime la otra. Camilo José Cela, Premio Nobel, pronunció una de las frases más inspiradoras: "el toreo es un arte misterioso, mitad vicio y mitad ballet. Es un mundo abigarrado, caricaturesco, vivísimo y entrañable el que vivimos los que, un día, soñamos con ser toreros". Falleció en 2002, mas pervive otro Nobel con ganas de defender lo nuestro: Mario Vargas Llosa. El novelista hispano-peruano se deja ver en los tendidos cada vez que puede. De pintura, todo un Salvador Dalí. Palabras mayores. Y Fernando Botero, cuyo estilo me desagrada enormemente. En la canción, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y Miguel Bosé, vástago de Luis Miguel Dominguín e icono LGTB. En cuanto a matadores, el hilo del toreo (Pepe Alameda dixit), José Tomás, quien ignoró a Juan Carlos I al no brindarle, y Sebastián Castella, reivindicando a Ernesto Guevara, continúan rompiendo el tópico del toreo de derechas. Eso sí: son los tiempos más difíciles para ser matador de toros y comunista.
No soy quién para oponerme a algún tipo de pensamiento, excepto el de la ignorancia y el desconocimiento. Mucho más, al ser intencionado. La tauromaquia siempre ha tenido a favor y en contra a tirios, troyanos, fascistas, republicanos, católicos, ateos, comunistas, socialistas, anarquistas, liberales, conservadores, homosexuales, heterosexuales, transexuales, gitanos, germanos, españoles, hispanoamericanos, estadounidenses, pintores, poetas, dramaturgos, novelistas, científicos, barrenderos, funcionarios, amas de casa y padres de familia. Basta ya de demagogia barata. La cultura no está al servicio de ninguna causa política. Entérense ya.
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