Savoir d’où vient le vent: la furgoneta de Morante

Morante y Abascal, frente al mausoleo gallista de Benlliure | @AbeInfanzon
Hace relativamente poco, descubrí el punch retórico de las expresiones en francés. Imagínense, en Vic-Fezensac, durante Pentecostés, derramando medio vodka con limón a un gabacho. El fulano, visiblemente enrojecido por ira y no ebriedad, frunce el ceño y empieza a balbucear vocablos napoleónicos. Con total probabilidad, esté recordando cuatro generaciones atrás de tu árbol genealógico, pero, traduciéndolo, escuchas como si pronunciara un te quiero.

Algo así sucede con VOX y la fiesta de los toros. Resulta, de mayor conveniencia, oír loas, cariño y palabras bonitas, donde, realmente, la intuición da a entender la existencia de mera relación conveniente e interesada electoralmente. Abandonando, a un lado, propuestas políticas ajenas a tauromaquia, la formación de Santiago Abascal ha encontrado un target neopunk en los nuevos parias de la inquisición moralista del actual siglo, agresiva y coercitiva contra cualquier creencia o manifestación con connotación tradicional, llámese cristianismo, tauromaquia o patriotismo.

Precisamente, hipocresía, mirada soslayesca y acomplejamiento ridículo, en el seno de los partidos mainstreams y neotradicionales, han posibilitado el auge de nuevos vientos. En 2014, Podemos protagonizó una gesta, de similar calibre, en los comicios autonómicos y generales. Remontándonos al convulso siglo XX, el período de entreguerras (1918-1939) propició gobiernos comunistas y fascistas en grandes potencias mundiales, desembocando en el desastre bélico de la II Guerra Mundial. La historia, en mayor o menor medida, es cíclica.

La demagogia y el populismo, siempre tan agarrados de la mano, utilizan la popularidad de personajes públicos, pertenecientes a la esfera objetivo, para causar sensación de agrado y aceptación entre la masa perteneciente al sector. Además, con el agravante de la era smartphone, privacidad diluida mediante, la notoriedad de cualquier gesto se multiplica por seis. Morante de la Puebla, genio de nacimiento, excelente torero y, como resultado de este cóctel, personaje controvertido (amor u odio), ha caído en las redes interesadas de VOX, protagonizando un viraje intelectual, tan respetable como criticable, digno de Jorge Vestrynge o Federico Jiménez Losantos. De Bergamín, a Abascal, pasando por García-Trevijano. Cierto es que, la alimentación literaria, puede provocar transformaciones en el pensamiento político.

No, por ello, debemos ensalzar la censura del libre ejercicio de derechos y libertades civiles, bastante presente entre gran cantidad de aficionados. ¿Acaso el malogrado Sánchez Mejías fue menos torero por actuar también como dramaturgo, periodista o mecenas cultural? ¿O Antonio Bienvenida, por mostrar abiertamente su fe católica y pertenencia al Opus Dei? ¿O cualquier torero decimonónico, partidario, durante la Guerra de la Independencia, de José Bonaparte o Fernando VII; o, unas décadas más hacia adelante, blandidor de su espada en pos de la causa carlista o cristina? Es decir, ¿la profesión de matador de toros prohíbe la compatibilidad con otras profesiones?

Albert Rivera y Serafín Marín | Twitter
Con el éxito de VOX y sus doce escaños, espero que Morante no se arrepienta, en un futuro a medio plazo, de haber arrimado, a la lumbre liberal-conservadora andaluza, a una hipotética organización traidora de sus principios teóricos y originales en relación con la defensa y promoción de la fiesta de los toros. Para muestra, esta instantánea: Albert Rivera, junto a Serafín Marín, matador de toros catalán más insigne de nuestros días. Tomada en tiempos de siembra electoral, con afán prohibicionista catalán de por medio, el tan hispano político aprovechó para salir guapo en la fotografía, compartiendo, de manera injusta, gloria con el héroe de luces.

En tiempos de cosecha, el trajeado de seda posicionó, su erguida figura, de perfil, utilizando, como triste marioneta, al vestido de luces, tristemente arrinconado por realidades internas y externas desfavorables. La naranja política faltó, falta y continuará faltando a su palabra. Los del nombre en latín, con recién estrenada representación parlamentaria, no han tenido tiempo para demostrar nada, más allá de presuntas buenas intenciones hacia la fiesta. Tal vez, futuro papel mojado. Quizás, proyectos serios por venir.

Si, taurómacamente hablando, la apuesta funciona y, me das la venia, Morante, montaré en la furgoneta, para los próximos comicios, vistiendo camiseta floreada, conjuntada con pantalón chino de color chillón. Qué más dará si vuelvo a introducir la papeleta de Gallito en el sobre verde.

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