Alejandro canta jondo y Madrid se parte la camisa

Recuerdo a Talavante cantando junto a Diego Carrasco y también en aquel festejo augustoemérito emitido por Televisión Española. Lo anterior se produjo en sentido literal, pero, si utilizamos el recurso metafórico en el orbe de muletas y astas, a nada malo puede referirse. Desconozco el palo: tangos, bulerías, tarantos, fandangos, granaínas, sevillanas, malagueñas... Optemos por bulerías, compás predilecto del matador pacense. Ahora tiene más facha que nunca de cantaor flamenco, con su pelito largo engominado hacia detrás. Mejor que cuando copiaba haircuts de su íntimo, Sergio Ramos.

Alejandro trae al aficionado por la calle de la amargura. De carácter abúlico, irregular y bastante asiduo a aquella mandanga de Paco Camino, su temporada estándar alterna verdaderos picos de gloria y tardes dignas de almohadillazos, merecedores de arrojo con alevosía y considerables kilómetros-hora. Pero, cuando lo hace, los astros se alinean, aumenta la tasa de natalidad y quienes se miran por la calle, sufren de hechizo cupidesco. Los pájaros cantan. Corea del Norte desmantela su armamento nuclear. La tasa de desempleo patria desciende en siete u ocho puntos. Y, cómo no, el aficionado siente revolotear mariposas por su estómago, escalofríos ascendentes por ambos brazos y una emoción al borde del lagrimeo. Porque, cuando suena la música callada del toreo, qué quieren que les diga: me salta una lagrimilla aislada e intento ocultarla estoicamente a mi compañero de tendido. "Qué bonito es lo bonito", como entona José Alfredo Jiménez en sus rancheras.

AT tuvo, en sus muñecas, abrir la Puerta Grande de Las Ventas. Prosigue su preocupante mala racha con el estoque. Dos buenos ejemplares de Cuvillo, Aguador y Rosito, conectaron con la madurez estilística del espada. El sudor, combatiendo en feroz guerra contra la gomina, desata la suelta de cuatro tirabuzones. Va a pegar los primeros quejíos: ayudados por bajo, genuflexos (¡mirando al tendido!). Con temple y altivez. Para trasladar su propio estado nirvana-zen a veintidosmil tíos, todo un clásico: mano izquierda, trazo largo y mano baja, enfundada por ese característico protector negro.

Y Madriz. Madrit. Madrif. Madrid. Cuántos iluminados atacan su esencia. Bonita idiosincrasia, particular y distinta al resto. Me encantan los gritos del seis-siete y la exigencia de sus propios cánones (¡para eso pagan!). En ocasiones, apartan el vociferio, sabiendo mutar en silencio maestrante, expectantes de quilombo artístico (lo percibí ayer con Talavante). Y cómo se parten la camisa cuando el espada hace el toreo, entregando alma y verdad, rugiendo como auténticos leones de circo romano.

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