El hilo del toreo (I): Morante de la Puebla

Anya Bartels

"Aunque el toreo está en continúa reinvención para adaptarse a las exigencias de los públicos y a las cambiantes condiciones de los toros que se lidian en cada época, existe un hilo invisible que recorre toda su historia desde arriba hasta abajo. Es el hilo del toreo [...] Un hilo que subyace debajo de formas, modas, épocas, tiempos y modos. Un hilo sutil e invisible, como la técnica de los toreros artistas, pero muy resistente. Tan resistente que nunca se rompe".

Con estas palabras iniciales de José Morente, queda sintetizada la teoría creada por el crítico hispano-mexicano Carlos Fernández y López-Valdemoro, también conocido como José Alameda. Fallecido en 1990, con mayor reconocimiento, injustamente, en Latinoamérica que en España, jamás pudo observar a las figuras del toreo actual (exceptuando a Ponce y de novillero), pero, con unos cuantos siglos de historia a cuestas, la tauromaquia a pie descansa sobre esta sabia sentencia de Juan Belmonte: "en el toreo siempre sucede lo mismo; sólo cambian los nombres".

¿Acaso representa alguien mejor esta tesis lineal que Morante de la Puebla? Hogaño, absolutamente no. Gran parte de la crítica, perenne en sus trincheras de intereses particulares, infravalora y desprestigia las cualidades artísticas y técnicas del matador cigarrero, cuyo poso, con el suceder de las temporadas, cuajará con justicia, como sucedió anteriormente con otros diestros artistas (Rafael de Paula). Quienes hoy son venerados en altares, ayer fueron duramente cuestionados y vilipendiados. Dos ejemplos con envergadura: Gallito y Manolete.

No queda atrás el público, soberano, en tanto en cuanto paga el papel y sustenta la fiesta. No obstante, cabe diferenciar entre afición y público. Cada vez abunda más lo segundo y pervive menos lo primero. Por público no sólo entiendo al turista harto al tercer toro (¡si siempre sucede lo mismo, oiga!), sino a aquel figurante, harto de gastar billetes, sin interés por comprender absolutamente nada y ocupador de su localidad para presumir en su círculo social más próximo. La afición es definida perfectamente por Joaquín Vidal. Incluso dentro esta última, prejuicios y vicios, adquiridos con los años, ciegan o modifican ostensiblemente hipotéticas valoraciones.

Morante es el crisol donde se funde la historia de la tauromaquia, dentro y fuera del albero. Detalles observados tras visionar filmaciones antiguas, practicados en tentaderos y culminados (o frustrados) en la plaza. Patillas decimonónicas, propias de Paquiro o Cayetano Sanz. Personalidad singular y provocadora de sentimientos encontrados. Nexo intercultural del toreo con otras artes, siguiendo los pasos, tal vez inigualables, de Belmonte y Sánchez Mejías. Y estandarte de torería, cualidad codiciada y escasa.

Como una imagen vale más que mil palabras, no queda sino demostrar por tales cauces:


Verónica agitanada, por Curro Puya 







Chicuelina, por Manuel Jiménez 'Chicuelo'







Inicio en el estribo, por Ignacio Sánchez Mejías







Cartucho pescao' (sic), por Pepe Luis Vázquez






Cartucho pescao' (bis y sic), por Pepe Luis Vázquez







Molinete, por Juan Belmonte







Caricia de asta, por Gallito







Ayudado sentado, por Rafael El Gallo







Estocada, por Curro Romero







Espantá (sic), por Rafael El Gallo

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